Por Roger Boone
En una visita reciente a un cliente del sector público, la conversación giró hacia el tema del papel. El equipo con el que hablamos admitió que sus instalaciones albergaban el equivalente a 15 campos de fútbol en documentos.
¿Pueden imaginarlo? Supongo que si puede, probablemente trabaje en el gobierno estatal y local o en la educación (SLED).
En un mundo de tarjetas de embarque móviles, telesalud y ChatGPT, no es ningún secreto que el sector público se ha quedado atrás en el proceso hacia la digitalización. Las agencias de SLED que hacen un uso intensivo de papel son un ejemplo notorio y se ven obstaculizadas por enormes archivos físicos.
Al menos, parte de la indecisión de iniciar un proceso de transición desde el papel a lo digital son algunos mitos persistentes que me gustaría disipar.
Mito 1: El papel es la mejor práctica
Que los registros en papel hayan sido durante mucho tiempo el elemento vital del sector público no es sorprendente. Estos archivos físicos antaño fueron el único medio para mantener datos sobre las personas, los lugares y los elementos que componen nuestra sociedad, desde las declaraciones de impuestos y los títulos de propiedad hasta las estadísticas ambientales y los informes policiales.
Es posible que el papel antes resultara la mejor práctica. No obstante, hoy en día los registros en papel suponen una amenaza creciente para la seguridad, el progreso en la mejora de las experiencias de servicio al ciudadano y los datos que contienen los propios documentos.
Muchos archivos en papel se almacenan en instalaciones mal mantenidas y vulnerables a cualquier amenaza, desde un inocente error de archivado o una mancha de moho hasta algo tan dramático como un incendio o una inundación. Depender de una ubicación física y de un sistema de archivo manual para mantener estos registros confidenciales los vuelve vulnerables al acceso no autorizado. Solo hace falta una puerta entreabierta o una clave en el lugar indebido.
Al mismo tiempo, la falta de una copia digital de estos registros plantea desafíos importantes para las personas autorizadas que buscan acceder a estos datos y utilizarlos con fines de referencia, planificación o información crítica para optimizar la entrega de valor a los ciudadanos. Esto es especialmente cierto a medida que los empleados de todos los sectores continúan migrando hacia modelos más híbridos y de trabajo desde casa.
En resumen, para muchas agencias y organizaciones que aún dependen de sus registros en papel, los riesgos de no digitalizarse son mucho mayores que los desafíos que plantea el proceso de digitalización en sí mismo.